19 jul 2012

INGENIEROS MILITARES EN LA VÍSPERA DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA


En el desarrollo de las guerras y batallas un elemento esencial es la Ingeniería Militar, la cual se encarga de la movilidad, contramovilidad y supervivencia  de las tropas empeñadas en batallas a fin de garantizar el éxito en las acciones de combate.
López (1954) define al arma de Ingeniería Militar como el “arte del ingeniero militar… parte integrante del ejército, en lo que a fortificaciones, comunicaciones y transmisiones se refiere, así como a las actividades complementarias de su labor ofensiva y defensiva de índole más o menos directa en la batalla” (tomo 3: p. 25). De tal manera se resalta la importancia y el papel fundamental que esta arma representa en la táctica militar.
En cuanto al ingeniero militar, sus características primordiales son la habilidad y el talento en la inventiva  de las máquinas de guerra, que antiguamente se denominaban ingenio, como lo manifiesta Sanz (1794), los ingenieros militares son aquellos que “se emplean en el diseño, construcción, defensa y ataque de todas las obras de fortificación” (p. 202).
Por estas razones se hace obvio que todas las labores del Ingeniero Militar se centraban en las fortificaciones que según Sanz (1794) son las construcciones y el empleo de las obras que sirvan en las operaciones ofensivas y defensivas en un lugar de alto valor táctico y así poder avistar al enemigo de frente o por los flancos, con la finalidad de dar ventaja a un pequeño reducto de tropas para defenderse de un numero mayor de combatientes.
En este sentido, Lucuze (1772) clasifica las obras de fortificaciones en “Ofensivas, Defensivas, Naturales, Artificiales, Compuestas, Antiguas, Modernas, Regulares, Irregulares, Reales y de Campaña” (p 8). Es necesario hacer un posterior despeje de los aspectos de esta clasificación: según el carácter  operacional en ofensivas y defensivas; según la intervención del hombre en naturales, artificiales y compuestas; según su periodo de construcción (antes o después del uso de la pólvora en las batallas) en antiguas y modernas; según el tiempo de preparación en reales y de campañas.
Todas estas técnicas eran impartidas, desde tiempos posteriores, en centros académicos que mostraban un alto nivel de exigencia intelectual, castrense y social, tal es el caso  de la Real Academia Militar de Matemáticas establecida en Barcelona, donde se formaron muchos oficiales ingenieros españoles que vinieron a territorio americano a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
En lo que compete a Venezuela, existieron, de igual forma, importantes intentos por establecer centros educativos  para la formación de oficiales con conocimientos en las matemáticas, geometría y fortificaciones, dichos conatos tuvieron gran impulso pero su duración en el tiempo fue breve por razones diversas.
Inicialmente, para 1760 el coronel de Ingenieros Nicolás de Castro establece en su casa  la Academia de Geometría y Fortificaciones, con el fin de adiestrar a los oficiales bajo su mando en lo que a fortificación y matemáticas compete. Entre los libros más destacados del coronel Castro resaltan: fortificaciones regulares, fortificaciones de campaña, geometría y máximas de guerra. Su vigencia alcanza hasta 1768 cuando su fundador es trasladado a Panamá.
Luego, a comienzo del siglo XIX el ingeniero español Juan Pires y Correa fundo en Cumaná una escuela de ingeniería militar donde de igual manera se facilitó la instrucción de matemáticas, geometría y topografía. En los espacios de este centro educativo se ilustraría Antonio José de Sucre quien para 1813 tendría el cargo de Comandante del Batallón de Zapadores en el Ejército de Oriente bajo las órdenes del General Santiago Mariño.
Para 1808 el coronel español ingeniero Tomás Mires funda la Escuela de Ingeniería Militar que incluía una Academia de Matemáticas, en ella se ilustraron hombres que fueron pieza importante de la gesta emancipadora de Venezuela tal es el caso de Manuel Florencio Tirado, Agustín Florencio Tirado, Francisco de Paula Avendaño, Judas Tadeo Piñango, José Agustín de Loynaz y, continúa estudios proveniente de Cumaná, el futuro Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Todos ellos engrosaron las filas del Cuerpo de Ingenieros y Zapadores en la Primera República de Venezuela bajo la conducción de Francisco Jacot, con empleo en Caracas, La Guaira, Puerto Cabello, Cumaná, Barinas, Margarita y el Ejército de Occidente.
Más tarde, en 1810 “Caracas se preocupa… por fundar una academia militar de matemáticas con el fin de suplir ‘la absoluta falta en estas provincias, de sujetos capaces en las ciencias exactas’… el estudio de las matemáticas sirve para la ciencia de las fortificaciones, sitios y artillería” (Thibaud: 2003, p. 58). Y es así como, con la puesta en marcha de los sucesos que en ese año dieron inicio a una guerra en Venezuela que duraría hasta 1824, se crea el 3 de septiembre de 1810 la Academia Militar de Matemáticas.
Para entonces existieron, en el territorio de la Capitanía General de Venezuela, centros de formación de oficiales ingenieros en los preludios de la emancipación de esta nación, lo cual deja en evidencia que estos “Militares Ilustrados” debieron participar activamente en las primeras acciones armadas empleando los conocimientos que habían asimilado sobre fortificación de Campaña, que según Lucuze (1772) “es la obra con que un ejército se segura en su campo, cubre los pasos, y puestos importantes, y defiende las avenidas” (p. 10).

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